Erase una vez el Claridge
Hace mucho tiempo(?) quizá a principios o mediados de los 90, cuando rondaba los 10 a 14 años, mi abuelo me regaló un libro, que por entonces sentó las bases de mi temprana afición por por las bebidas nobles y -
Boutique de bebidas del Claridge
-espirituosas. El libro en cuestión era el ¨Tratado práctico de coctelería , pastelería y afines¨ cuando me lo dio, me dijo, -El libro se va a a quedar acá conmigo, cuando seas grande, lo vas a entender y disfrutar mucho mejor.
Sabio consejo el de mi abuelo, ya que el libro me resulto un verdadero tratado ¨Hermético¨ Sin embargo, algo descubrí, quien gustara de tomar la mejor coctelería de Buenos Aires, debía beberlo en la barra del hotel Clardige, con su famoso Barman, Enzo Antonetti, campeón mundial en la materia y escritor del tratado en cuestión.
A Principios del 2009, seguía sin conocer el Claridge, era como una deuda pendiente, confieso que pasar por por el frente del hotel, me intimidaba, tomar una copa en su famosa barra, aquella que había aprendido a querer cuando era un pibe, me superaba, no encontraba una oportunidad para visitarlo, además de que no quería hacerlo solo-!
Cuna de campeones.
Y llegó el día, la excusa, una amiga de Francia, ansiosa por conocer que se bebe en Buenos Aires, no lo dudé, enfilé feliz hacia el Claridge hotel, sabiendo que esa tarde cumpliría un deseo de mi infancia.
El Claridge hotel, tiene un porte distinto, este , transpira historia de Buenos Aires, con ese aire inglés que lo caracteriza, con esa inconfundible fachada, hay una historia, la de los de campeones del coctel, y esa tarde estaba dispuesto a descubrirlo.
Antonetti, Gallo, chabres, fueron algunos de sus barmans mas notables, ellos han hecho parte de la historia del hotel, y han dejado la fama respirando en cada metro de la barra.
su salón principal tiene estilo, incluso, tiene otra sintonía, ¿puede ser caro? quizá, pero cuando uno sabe que en las paredes del hotel, y en el estaño de su barra, han sudado historia , lo demás no importa.
Me senté en una mesa alejada, ideal para tener todo el salón ante mí, y llenarme de su mística: Pedimos una tradicional piña colada, y un exquisito trago de autor, el que llevaba, té de canela, vodka, y crema de leche, los acompañamos con unos ricos y variados tentempies, y como si los duendes del lugar me esperaban, una melodía mozartiana. inundó el lugar.
Entonces mirando hacia la ventana, comprendí mas que nunca, aquel regalo de mi abuelo.
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